Hace ya varios años, en tercer grado, me llegó una invitación curiosa. En ese día soleado, era un niño vestido de grande. No me percaté de que tenía la increíblemente monótona misión de pasar los papelitos con mensajes de unas personas mucho mayores que yo que un sábado se reunían para debatir. Estaba absorto en lo que ocurría dentro de la sala. Jóvenes con posiciones increíblemente distintas, levantando plaquetas y hablando en un lenguaje formal. Algunas veces se acusaban entre sí, tratando con vanagloria de demostrar que su idea era la única posible. Otras veces se reunían, olvidaban sus previas decisiones, y cedían para solucionar problemas tan complejos como el narcotráfico y la guerra.

Y así, comencé a amar ese lugar donde las ideas florecían y en donde el arte maestro de persuadir y de solucionar invadía las mentes y corazones de jóvenes y niños en un brillante juego del debate. Al ver en la clausura a esas mentes brillantes de las que había aprendido tanto aplaudir en júbilo, decidí que iba a hacer todo lo posible para pasar una gran parte de mi vida dentro de un Modelo.

Muchos Modelos después, puedo decir que he podido cultivar mi pasión. He encontrado en MUN una excusa para seguir siendo un niño vestido de grande, pero con el propósito de llevar a cabo un debate riguroso, crecer en oratoria, y aprender a formular ideas complejas y acertadas. Pero más allá de esto, he logrado aprender a ser un verdadero apasionado por algo, y esforzarme cada fin de semana por este poético juego de rol que es MUN.

En el Modelo, los invito a esforzarse. Porque cuando nos esforzamos, hacemos de una especulación frente a una guerra una detallada directiva, y de una mera intervención un deseo de mejorar la sociedad. El esfuerzo le da propósito a nuestra vida, la felicidad efímera de sentirnos más maravillosos de lo que realmente somos.

CLNMUN VI representa para mí la culminación de una trayectoria de aprendizajes. Al fin y al cabo, desde mis experiencias iniciales debatiendo acerca de los derechos de la mujer en sexto, pasando por mi primera presidencia en octavo, hasta este proceso de secretaría, los Modelos de Naciones Unidas se han vuelto una parte ineludible de mi identidad como ser humano. Más allá de su indudable valor formativo y pedagógico, y de su capacidad de ampliar el conocimiento geopolítico e histórico de quienes se enfrenten a ellos, poseen una capacidad única de formar seres humanos íntegros. En ONU he aprendido el valor de la ética, de la disciplina, de la escucha, aún en momentos de discrepancia, y, sobre todas las cosas, de los buenos amigos. Todas esas cosas constituyen la esencia de nuestro proyecto como modelo.