Sí al no: Una mirada a la disciplina positiva

Jul 10, 2022

La casa no puede ser el lugar seguro donde nada pasa. La casa es el lugar seguro donde se aprende a vivir en sociedad para poder enfrentar el mundo con herramientas de autocontrol, autocuidado, autorregulación, con una buena lectura del contexto para poder cuidarse y cuidar a los demás que los acompañarán en todas las instancias de la vida: jardín infantil, colegio, universidad, trabajo, familia, amigos.

Camilo Camargo - Rector

La disciplina positiva es una corriente impulsada por dos psiquiatras austriacos. Es muy popular en la crianza de los padres de hoy, sobre la cual rescato elementos valiosísimos como la construcción de relaciones basadas en el respeto. Hay otras corrientes similares, como crianza con respeto, que dan unas directrices interesantes sobre cómo ser padres generando relaciones diferentes con los hijos. Estas alternativas tienen aspectos interesantes. Sin embargo, me aterra la distorsión que ha generado en las relaciones entre los adultos y los niños, en las cuales los adultos le dan a creer al niño que es el centro del universo y el adulto, en una visión equivocada de la disciplina positiva, le otorga ese poder. Por eso hoy hago un llamado para que entendamos de qué se trata tener una relación respetuosa entre padres e hijos o entre profesores y estudiantes.

Basar las relaciones en un trato amable y respetuoso que escuche y comprenda los puntos de vista de los más pequeños es muy valioso porque les enseña también a tratar a otros de la misma manera, a ser más empáticos con sus pares. Este tipo de interacciones les sube la autoestima al hacerlos sentirse valorados y comprendidos, lo cual es maravilloso para cualquier ser humano, no importa la edad que tenga. Pero el problema está en la distorsión que esto genera porque el padre de familia o el profesor a veces interpreta que marcar un límite o frustrar es irrespetuoso. Y no lo es. Un niño está aprendiendo a vivir en sociedad, está aprendiendo que su libertad termina cuando empieza la del otro, que no todo vale, que no a todos les funciona lo que él necesita, que debe medir los riesgos para cuidarse y cuidar a otros, que no todos piensan igual que él, que no todos tienen lo mismo que él ni tampoco él puede tener lo mismo. Y en ese camino de aprender inevitablemente se tiene que frustrar. Frustración no es igual a irrespeto. Irrespeto es maltratarlo física o verbalmente, es silenciarlo, es humillarlo. Frustración es igual a aprendizaje. Es entender que no soy el centro del universo.

Claro, lo más fácil es que no se frustre, que deje de llorar, que obtenga lo que quiere para que esté tranquilo, pero es que los adultos no estamos viendo el panorama completo. Si hoy, cuando están pequeños, los niños no aprenden a asimilar que les digan que no, ellos no van a aprender a poner un límite cuando lo necesiten. Cuando tengan que tomar decisiones difíciles, como cuando les ofrezcan drogas en una fiesta, o cuando les propongan tener relaciones sexuales y no estén seguros, entonces ¿qué va a pasar? Siempre van a decir que sí, pues es lo que siempre han obtenido sin consecuencia alguna. Esto en lo que respecta a su autocuidado, pero ¿qué cuando se trata del cuidado de otros? También son los que van a hacer bullying a otros cuando no les parezca con lo que dicen o dejan de decir o son los que van a insistir e insistir para que otros tomen sustancias psicoactivas o para que tomen riesgos innecesarios o para que su pareja haga lo que ellos necesitan hoy y ahora.

Hoy en día es frecuente encontrar perfiles de este estilo. Niños y jóvenes que se creen el centro del universo, que el límite con ellos mismos y con los demás no existe, y que se sienten como pavos reales creyéndose invencibles porque saben que sus padres los apoyan. Veo profesores que a veces titubean en poner los límites por temor a la reacción de los padres. Entiendo que un papá o una mamá siempre quiera lo mejor para sus hijos, pero ¿qué entenderán ellos sobre qué es lo mejor para sus hijos? ¿Que no se frustre? ¿Que no se equivoque? Lo mejor para los hijos son los límites para poder construir las relaciones sanas, responsables y respetuosas que todos los niños y jóvenes se merecen tener. La casa no puede ser el lugar seguro donde nada pasa. La casa es el lugar seguro donde se aprende a vivir en sociedad para poder enfrentar el mundo con herramientas de autocontrol, autocuidado, autorregulación, con una buena lectura del contexto para poder cuidarse y cuidar a los demás que los acompañarán en todas las instancias de la vida: jardín infantil, colegio, universidad, trabajo, familia, amigos.

Para tener hijos y estudiantes felices hay que hacer concesiones, por supuesto, pero también hay que decir muchas veces no, con paciencia y sin rendirnos, exponiendo nuestra posición con cariño y respeto, pero con la firmeza y la seguridad que ellos necesitan.

“Educar es cansarse amorosamente”, dice el psicólogo uruguayo Alejandro Di Barbieri. Y así es. Papás, profesores, no nos rindamos. Por más agotador que sea poner límites, una y otra vez, es lo que los niños y niñas necesitan. Es nuestra labor. Recuerden: nuestra responsabilidad en el proceso de formación es ser papás o mamás y no los mejores amigos de nuestros hijos. Esto requiere mucha persistencia y límites claros que le permitan a estos jóvenes a ser buenos ciudadanos en un contexto donde no están solos, no son el centro de atención y sí tienen mucho que aportar para generar una mejor sociedad.

Palabras del rector

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